((Publicado originalmente en Infoshakers el 28 de septiembre de 2015))
¿Y ahora qué? Pocas veces un resultado electoral había dejado tan frío. Parece que tardaremos aún bastantes semanas en conocer qué traducción real va a tener lo votado. Así pues, entretengámonos analizando el papel que han jugado cada uno de los actores sobre el escenario.
Junts pel Sí: El viaje y las alforjas
Artur Mas se sacó del magín una fórmula para revestir de excepcionalidad su enésima convocatoria electoral. Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) se la compró, en un gesto que ya deben haber empezado a lamentar. Las asociaciones civiles en pro de la independencia hicieron el resto. Y todo, ¿para qué? Sólo en las primeras elecciones autónomicas, en 1980, la suma de Convergencia y ERC había sido menor. Sí, ahora el mapa independentista ha cambiado merced al auge de las Candidaturas de Unidad Popular (CUP). Pero cuesta creer que el votante medio de la antigua CiU vea semejante novedad como un progreso.
Convendrán conmigo que Artur Mas es todo un personaje. Después de pasarse siete años persiguiendo el gobierno catalán -que le negaban los consecutivos tripartitos de izquierdas, ya ganara él las elecciones en escaños, primero, y también en votos, después- el eterno delfín de Pujol accede a una cómoda mayoría en 2010. El resto es historia conocida: para qué gobernar pudiendo enredar. Para qué agotar una legislatura si puedes adelantar elecciones dejándote decenas de diputados por el camino.
El engendro de Junts pel Sí era una fórmula excepcional que requería de un resultado excepcional. Ha sido una mala idea sobre el papel que ha resultado todavía peor en la realidad. El dilema es si será presidente Mas, Romeva o Junqueras. Pero, ¿qué hemos hecho mal, Dios mío?
Ciutadans (o Ciudadanos): el mayor éxito en el mejor momento
A Albert Rivera la primera parte de la jugada le ha salido redonda. No ha necesitado presentarse (en falso) para que el partido obtenga su mejor resultado en su tierra natal. Su progresión geométrica desde 2006 es digna de estudio. Damos por hecho que ha aunado el voto útil contra el nacionalismo sin dar la importancia que merece a haber superado al Partit des Socialistes de Catalunya (PSC) y al Partido Popular de Catalunya (PPC). Detengámonos a pensarlo unos segundos. Si nos lo dicen hace nueve años jamás lo hubiésemos creído.
Y en el mejor momento. A tres meses de las generales. Visualizado como alternativa de éxito por ese elector temeroso ante revoluciones de cualquier tipo que está irritado por el inmovilismo del PP. Ciudadanos no tiene techo. Por más que le pese a las terminales mediáticas de Génova y Moncloa.
PSC: Lo malo es menos malo cuando parece que va a ser peor
Pasa algo raro con el resultado del PSC. Es malísimo, se mire por dónde se mire. Sigue perdiendo diputados y se queda en 16. Cualquiera diría que es el mismo partido que ganó las elecciones en votos en 1999 y 2003. Y, sin embargo, eran tan malas sus perspectivas que lo logrado por Miquel Iceta permite decir aquello de “salvar los muebles”. Que no se despisten: un partido surgido a su vera, Ciudadanos -qué rápido se nos olvida todo- le ha vapuleado y le ha quitado el cetro de la referencia constitucionalista. Pero ha superado dos importantes retos: no se ha visto rebasado por la marca catalana de Podemos, y ha conseguido marcar distancia respecto a su gran rival nacional, el PP. Iceta se gana, al menos, el derecho a seguir liderando a los socialistas catalanes. Ya veremos si alguna vez consigue subir en vez de bajar menos de lo que se esperaba.
No Podemos en Cataluña
Para desastre el de Podemos. Su disolución con Iniciativa per Catalunya (ICV) en Catalunya si que es pot se demuestra un error sin paliativos. Hasta ahora, el partido de Pablo Iglesias contaba sus comparecencias electortales por éxitos. No era para menos. Independientemente de lo que dijeran las encuestas, su situación de partida siempre era “cero”. En tanto en cuanto las urnas siempre le daban “algo”, el resultado no podía considerarse sino un éxito. Ir de la mano de ICV les ha privado ahora de esa ventaja. Pierden dos escaños respecto a los resultados de los herederos del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC) en 2012. Y eso es un batacazo. La tibieza de su discurso encontró la horma de su zapato en Lluís Rabell, un pésimo candidato cuya confusa postura respecto al desafío separatista le hacía difícilmente votable. Es un contratiempo de cara a las generales. Pero ahí, salvo confluencia de última hora, tampoco tendrán con qué compararse. Algo salen ganando.
PP: Cuarto aviso
El PP no ha disfrutado una noche electoral desde la victoria de Feijóo en las gallegas de 2012. Y no será por falta de ocasiones. Este cuarto aviso no se ha diferenciado demasiado de los anteriores. Un candidato designado a última hora (en esta ocasión, por sorpresa, o sea, en sustitución de la inicialmente prevista) que despierta el entusiasmo en los comentaristas afines, que no cesan de repetir como éste está dando la vuelta a las encuestas gracias a su contundente campaña. Pasó con Cañete, con Bonilla y con Esperanza Aguirre. Todos acabaron igual: sorprendidos ante la terca realidad.
Pero esta vez parece más grave. El PP se puso la venda antes que la herida difundiendo la especie de que iban a sacar del orden de 5 diputados. (De ahí, dicen, el cambio). Ante semejante panorama cualquier mal resultado puede venderse como un éxito. Pero no cuela. Los populares regresan a la intrascendencia en el momento en que era más necesario influir. Un desastre. Lo hacen, además, liderados por un dudoso candidato que puso vísceras en un momento en que quizá hacían falta otras partes de la anatomía para afrontar la gravedad del desafío promovido por Mas & co. Es culpa suya, claro. Pero también del que le designó.
Desde Génova se apresuran a decir que los resultados no son extrapolables a unas generales. Esgrimen los malos resultados del 99, que precedieron en pocos meses a la mayoría absoluta de 2000. Puede ser. Concedemos que el voto en Zaragoza, Ciudad Real o Asturias no se verá muy influido por lo que pasó el domingo en Cataluña. Pero cuidado con dos elementos. Uno es el ya comentado perfil ganador que ahora rodeará a Ciudadanos. Otro es la provincia de Barcelona. Es la segunda que más escaños sitúa en el hemiciclo del Congreso, sólo por detrás de Madrid. El domingo, el PP fue allí quinta fuerza. Lo puede pagar caro. Al tiempo.
Las CUP: golpe de sandalia al establishment catalán
Que un partido como las CUP tenga algo (cada vez mayor) que decir en el escenario de una región desarrollada de Europa Occidental debería hacernos reflexionar. Algo hemos debido de hacer mal. Y hay que enmendarse. Precisamente, para que partidos como éste no tengan razón de ser. Y mucho menos que, como es el caso, tengan la sartén por el mango.
Un apunte más: el pasado día 27 despertamos de un engaño en el que llevábamos casi 40 años instalados. Españoles: Unió Democrática de Catalunya (UDC) no existe.
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