((Publicado originalmente en Infoshakers el 20 de septiembre de 2015))
De pocos partidos se esperaba menos en la presente campaña electoral que del Partit des Socialistes de Catalunya (PSC). Y, héteme aquí que llevamos una semana hablando de su candidato, Miquel Iceta. Nada ha cambiado en lo fundamental: los socialistas catalanes siguen siendo una de las opciones más frustrantes sobre el tablero. No son nada hoy día y nada quieren ser en el futuro. Agua del grifo en una fiesta estudiantil. Pero se ha producido una absoluta revolución en lo superficial con el hasta ahora inédito carácter bailongo de su histórico dirigente. Alabado por su inteligencia por aquellos que le conocen, Iceta ya demostró ser, cuanto menos, muy valiente cuando fue el primer político español en hacer pública su homosexualidad allá por 1999. Han pasado ya 16 años. Eran, ay, otros tiempos.
Superado ese primer armario con, insisto, elogiable valentía, el candidato socialista ha hecho trizas el segundo. Han bastado unos pocos compases de Don’t stop me now -una de las mejores canciones de Queen que, esperemos, podamos escuchar en el futuro sin acordarnos de este episodio- para que Iceta nos haya dejado con la boca abierta. Esperábamos ver muchas cosas en esta campaña. El más anodino de sus contendientes contoneándose impúdico no era una de ellas. Como ese aburrido contable que deja atónitos a sus compañeros con sus pasos en la pista de baile durante la fiesta de Navidad, Iceta ha conseguido algo que la política española hacía mucho que no nos deparaba: provocarnos una sonrisa. Sólo por eso, ya merece un poco de agradecimiento.
No, no bastan unos esforzados movimientos -con el ímpetu imponiéndose a la agilidad- para hacer que la papeleta del PSC sea algo mínimamente atractivo el próximo domingo. Pero que nos quiten lo bailao. Gràcies, Miquel.
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